Autor: Staff, CHRISTUS MUGUERZA
Aunque hoy parece una innovación, las primeras experiencias de terapias asistidas con animales surgieron a mediados del siglo XX. En 1956, en el Hospital Ann Harbor de Michigan, un grupo de médicos implementó una forma temprana de terapia asistida con animales para proporcionar consuelo a niños hospitalizados, permitiéndoles interactuar con cachorros, gatos, patos y conejos. Esta iniciativa buscaba aliviar el estrés y la ansiedad en los pacientes, mucho antes de que la terapia asistida con animales se convirtiera en una práctica común y reconocida.
Desde entonces, el camino ha estado lleno de aprendizajes, ajustes metodológicos y evidencia científica. Actualmente, la intervención asistida con animales forma parte de programas de humanización hospitalaria en varios países, adaptándose siempre a las necesidades y características de cada centro de salud. Cada vez son más los nosocomios en el mundo que abren sus puertas a esta práctica y, detrás de estas iniciativas, existen protocolos rigurosos, estudios científicos y la convicción de que la salud no solo depende de la eficacia de un tratamiento, sino también del bienestar emocional de los pacientes (Flores-Castro & Sosa-Rubí, 2018).
Existen tres tipos principales de intervenciones asistidas con animales:
- Terapia Asistida por Animales (TAA): Implica la participación de un animal en un proceso terapéutico con objetivos específicos y medibles. Un profesional de la salud, como puede ser un fisioterapeuta, psicólogo, entre otros, lidera la sesión.
- Actividades Asistidas por Animales (AAA): Son encuentros informales y recreativos cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida. No tienen metas clínicas específicas, pero ofrecen momentos de alegría y relajación a los pacientes.
- Educación Asistida por Animales (EAA): Se utiliza en entornos educativos para motivar y facilitar el aprendizaje.
Los animales más utilizados en estas terapias son aquellos con características de docilidad, empatía y alta capacidad de entrenamiento. Estos atributos les permiten conectar con los pacientes de maneras que superan las barreras de la comunicación verbal. Entre ellos se encuentran caballos, gatos, delfines, conejos, aves y, sin duda, los más empleados: los perros. Su naturaleza social, su capacidad de obedecer órdenes y su instinto de ofrecer afecto incondicional los convierten en aliados ideales.
Los caninos como co-terapeutas
La elección de los perros que se convierten en co-terapeutas no depende de la raza, sino de su temperamento y disposición emocional.
“Buscamos perros que disfruten ser abrazados, que se sientan cómodos en ambientes desconocidos y que transmitan calma”, explicó Francesc Ristol, Director del Centro de Terapias Asistidas con Canes (CTAC), pionero en la implementación de programas de intervención asistida con perros en hospitales en Barcelona, España. “A partir de ahí, se les somete a un proceso de socialización en entornos hospitalarios y a un entrenamiento específico en obediencia y habilidades de interacción” (Ristol & Doménec, 2015; IAHAIO, s.f.).
A diferencia de lo que ocurre en la relación cotidiana entre una persona y su mascota, en la terapia hospitalaria el lazo emocional se establece desde el paciente hacia el animal. “El perro es un profesional más del equipo. Está allí para trabajar en un formato estructurado, pero no puede cargar con [el bagaje] emocional de cada paciente. De lo contrario, comprometeríamos su bienestar” (20minutos.es, 2023).
En el hospital, el animal cumple un rol definido y siempre está acompañado por un técnico en intervenciones asistidas, quien guía su conducta, protege su salud y garantiza la seguridad del paciente.
El modelo de mayor eficacia en hospitales es el formato triangular, conformado por:
- El médico o profesional de la salud, quien determina las necesidades terapéuticas.
- El paciente o receptor, quien obtiene los beneficios emocionales, motivacionales o físicos.
- La unidad de intervención, compuesta por el animal y su técnico especializado.
“El perro nunca entra solo a una habitación. Siempre lo acompaña su técnico, que le transmite seguridad y maneja la interacción con el paciente. Pensemos que no todos los entornos hospitalarios son agradables para los animales: hay ruido, estrés ambiental, olores. Su presencia está cuidadosamente planeada”, aclara Ristol. Este esquema permite controlar cada detalle: desde la selección del perro hasta la manera en que se gestiona el contacto físico, que en muchos casos no es imprescindible, ya que también es posible establecer un vínculo emocional a distancia.
La “carrera profesional” de un perro de terapia también tiene límites. Ellos se jubilan cuando pierden interés en trabajar o muestran señales de estrés. “A diferencia de los humanos, no están obligados a llegar a los 65. Su bienestar es la prioridad”, enfatiza el especialista.
¿Cómo puede la terapia implementarse en un hospital?
Llevar un perro a una sala hospitalaria no es tan simple como abrir la puerta y dejarlo entrar. El trabajo exige protocolos de prevención de infecciones y zoonosis, estricta higiene y revisiones veterinarias periódicas (Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, UNAM, 2020).
La planeación debe incluir:
- Análisis del entorno, considerando el tipo de pacientes y sus problemáticas.
- Definición de objetivos, como reducir ansiedad en salas de espera, disminuir percepción del dolor o mejorar habilidades de comunicación.
- Desarrollo de protocolos y procedimientos: acceso de animales, criterios de inclusión y exclusión, documentación y trazabilidad de resultados.
- Determinación de si la iniciativa será piloto, eventual o un programa permanente.
La implementación comienza en un área reducida (una planta pediátrica, una sala de espera, un hospital de día) y se expande conforme se comprueba su eficacia. Los pacientes son evaluados según su viabilidad: quienes tengan alergias graves, fobias profundas o restricciones culturales o religiosas no son elegibles.
Todo se gestiona con consentimiento informado, con participación activa de médicos, enfermeras y familiares. Cada interacción se documenta: desde la reacción del paciente hasta el procedimiento en que intervino el animal. Estos datos permiten evaluar la efectividad y garantizar calidad y seguridad.
En México, aún no existe un marco legal federal que regule explícitamente la intervención de animales en hospitales; por ello, las instituciones desarrollan sus propios protocolos internos. A pesar de ello, hospitales como CHRISTUS MUGUERZA han dado pasos firmes en esta dirección, con programas exitosos de terapia asistida con perros en Monterrey, Nuevo León.
Una experiencia cercana: el caso de Yamile
Entre quienes han vivido de cerca los beneficios de este programa está Yamile, paciente oncológica que encontró en Tyler, un golden retriever entrenado, un apoyo fundamental durante sus sesiones de quimioterapia. Ella recuerda que al inicio llegaba con ansiedad, sin saber qué esperar, y que la incertidumbre le generaba estrés. Con el tiempo, la presencia de Tyler antes de cada sesión se convirtió en un momento de calma que le permite enfrentar el proceso con mayor serenidad.
“Yo venía muy estresada, porque no sabía cómo me iba a ir en las quimioterapias. En la primera no sabía a qué venía. En la segunda ya sabía qué esperar, pero aun así era difícil. Antes de cada quimioterapia, convivir con Tyler me relaja mucho”.
Para Yamile, cada encuentro con Tyler transforma un día difícil en una oportunidad de sentirse acompañada y reconfortada. “Les digo a las enfermeras que siento un hormigueo muy bonito, una sensación increíble. Me encanta esta experiencia en el Muguerza”, compartió, a quien le restan seis sesiones, todas acompañadas por los dogtores.
Un programa en crecimiento
La iniciativa se desarrolla en alianza con la Asociación Manada K9, fundada hace 15 años y colaboradora de CHRISTUS MUGUERZA. Actualmente, seis caninos entrenados forman parte del programa: Katta, Bruno, Nube, Tyler, Enya y Bonnie.
- Bonnie, rescatada de un puesto de hamburguesas en malas condiciones, es hoy la más joven del equipo.
- Katta, de 10 años, es la más experimentada y se encuentra en proceso de retiro gradual, que concluirá con una ceremonia especial en 2026.
Todos permanecen al cuidado de su técnico y cuentan con supervisión veterinaria de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UANL. El camino de formación de estos dogtores es largo y meticuloso. Requiere entrenamiento dual: el perro aprende obediencia y adaptación, y el técnico aprende a leer y guiar su comportamiento. Tras un periodo de socialización de entre año y medio y dos años, los caninos están listos para ingresar a un hospital.
La experiencia y buenas prácticas de este sistema de salud sirven como modelo para otros hospitales que buscan implementar estas iniciativas. A pesar de su complejidad, el potencial para humanizar y mejorar la atención hospitalaria es enorme. Invertir en su implementación no es solo una decisión de vanguardia, sino un compromiso con una atención integral y centrada en el paciente (Rivas-Cedeño et al., 2021; Secretaría de Salud, 2019).
Referencias
- CTAC Group (2023, 26 de mayo). La sanidad pública aún no tiene recursos para mantener las terapias asistidas con perros [entrevista a Francesc Ristol]. 20minutos.
- Flores-Castro, R., & Sosa-Rubí, S. (2018). Intervenciones asistidas con animales en la salud: Perspectiva desde México. Revista Mexicana de Medicina Veterinaria y Zootecnia, 49(2), 75–83.
- Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, UNAM. (2020). Guía de buenas prácticas para intervenciones asistidas con animales en México. UNAM.
- Marcus, D. A. (2013). The science behind animal-assisted therapy. Current Pain and Headache Reports, 17(4), 322.
- Kamioka, H., Okada, S., Tsutani, K., Park, H., Okuizumi, H., Handa, S., … & Mutoh, Y. (2014). Effectiveness of animal-assisted therapy: A systematic review of randomized controlled trials. Complementary Therapies in Medicine, 22(2), 371–390.
- IAHAIO (s.f.). Board of Directors – Members. Recuperado de IAHAIO website, CTAC es miembro pleno con Francesc Ristol en la junta.
- Secretaría de Salud. (2019). Lineamientos para programas de humanización hospitalaria en México. Dirección General de Calidad y Educación en Salud.
- Rivas-Cedeño, A., Martínez, L., & Ortega, G. (2021). Beneficios de la terapia asistida con perros en pacientes pediátricos oncológicos en México. Revista Médica del Hospital General de México, 84(3), 213–220.
- Ristol, F., & Doménec, E. (2015). Terapia asistida con animales: Técnicas y ejercicios para intervenciones asistidas con perros (2ª ed.). Barcelona: CTAC Group.
