Autor: Dr. Luis Roberto Jiménez Bautista*
La primera Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) se inauguró en Copenhague en diciembre de 1953 como respuesta a la epidemia de poliomielitis. En aquel momento, la mortalidad por insuficiencia respiratoria o parálisis bulbar alcanzaba cifras entre el 80 y 90%. La gravedad de la situación y el rápido crecimiento de la epidemia hicieron imprescindible la creación de este espacio especializado (Kelly, Fong, Hirsch, & Nolan, 2014).
La apertura de estas unidades significó esperanza para miles de pacientes atrapados en un vaivén de diagnósticos complejos, al tiempo que permitió mejorar la supervivencia en enfermedades previamente mortales. Además, consolidó un nuevo perfil de médicos especializados en cuidados críticos. Sin embargo, la labor de estos profesionales no se limita a diagnosticar y tratar: también debe integrar compasión, empatía y comunicación como ejes centrales de su práctica.
En los últimos años, la formación de intensivistas se ha orientado hacia un modelo de medicina más humana, que trascienda el ámbito estrictamente técnico. Ya en 1946, la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la salud como “un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedades”. Esta concepción introduce implícitamente la necesidad de humanizar la atención, entendida como el conjunto de acciones, medidas y actitudes destinadas a garantizar la dignidad y el bienestar del paciente y su familia.
La humanización en los servicios hospitalarios no se limita a la relación médico-paciente; también involucra factores ambientales y sociales que configuran la experiencia hospitalaria. Desde el mobiliario hasta la interacción con técnicos, enfermeras, médicos y familiares, todo forma parte de un entramado que debe orientarse a generar un entorno multidisciplinario favorable, capaz de restaurar la salud y contribuir al bienestar integral del individuo.
A nivel internacional, un referente clave en este camino es el proyecto “Humanising Intensive Care Research Project – Proyecto Hu-CI”, creado en febrero de 2014. Esta iniciativa surgió con la intención de transformar la perspectiva de “centrarse en el paciente” hacia la de “cuidar a las personas”, abarcando no solo al enfermo crítico, sino también a los familiares y al personal de salud (Heras La Calle, Oviés, & Tello, 2017). Un año más tarde, en 2015, el Ministerio de Salud de Madrid solicitó que el Proyecto Hu-CI se presentara como un plan formal para humanizar las UCI, con estrategias claras y pasos específicos para su implementación.
En México, el modelo ha comenzado a consolidarse. Hasta hoy, al menos tres hospitales han obtenido la certificación en Buenas Prácticas de Humanización en Cuidados Intensivos (HUCI-AENOR), todos en el sector privado. La incorporación de este enfoque se ha convertido en una estrategia integral para elevar la calidad de la atención. Los resultados han sido contundentes: mejoras clínicas tangibles, incremento significativo en la experiencia del paciente y sus familiares, y un impacto positivo en el bienestar del personal de salud.
Nuestro actuar profesional se orienta al servicio del paciente y su familia, considerándolos en todas las dimensiones de su vida. Procuramos brindar una asistencia integral que combine calidez, seguridad y calidad de atención, respondiendo de manera integral a necesidades físicas, emocionales, sociales y espirituales. Reconocemos que cada paciente es único y que preservar su dignidad y valores debe ser el eje de todo el proceso de atención.
Por ello, el modelo de humanización de la UTI se estructura en ocho líneas estratégicas principales:
- UTI de puertas abiertas
Se promueve flexibilidad en los horarios de visita, ajustándolos a las necesidades y preferencias de pacientes y familiares, con el fin de favorecer el acompañamiento continuo.
- Comunicación
Se impulsa una comunicación efectiva y de calidad entre el equipo multidisciplinario, el paciente, sus familiares y acompañantes. Esta práctica ha demostrado reducir conflictos y fortalecer la confianza en nuestro personal de salud.
- Bienestar del paciente
El cuidado integral incluye una valoración clínica continua, control adecuado del dolor, programas de sedación dinámica, manejo del delirium agudo y atención sistemática a necesidades emocionales, espirituales y sociales.
- Presencia y participación de la familia
Los familiares son integrados activamente en el proceso de atención, lo que facilita la cercanía afectiva y mejora la comunicación durante todo el tratamiento.
- Cuidado del personal de salud
Toda institución debe “cuidar a sus cuidadores”. Por ello, se implementan acciones precautorias y terapéuticas para preservar el bienestar físico y emocional de nuestro personal, reconociéndolo como elemento central en la humanización de la atención.
- Prevención y seguimiento del síndrome post-UTI
La disponibilidad de un equipo multidisciplinario especializado permite reducir la incidencia de este síndrome y mitiga su impacto en los pacientes que lo desarrollan.
- Infraestructura humanizada
Se han implementado mejoras arquitectónicas, estructurales y ambientales que generan entornos más confortables, seguros y adaptados a las necesidades del paciente y su familia.
- Cuidados al final de la vida
Constantemente, se desarrollan planes de cuidados paliativos integrales que acompañan tanto al paciente como a sus seres queridos, priorizando el alivio del sufrimiento y el respeto a la dignidad (Gálvez Herrer, Gómez García, Martín Delgado, & Ferrero Rodríguez, 2017).
En la actualidad, pacientes, familiares y acompañantes demandan competencias integrales en los profesionales de salud. Esta exigencia nos obliga a adoptar modelos holísticos que combinen confianza, empatía y respeto a la dignidad de la persona, siempre fundamentados en la mejor evidencia científica. La implementación del Hu-CI eleva la calidad de atención y fortalece el vínculo entre pacientes, familias y el equipo de salud (Rojas, 2019).
Si bien en México diversas UTI han incorporado prácticas orientadas a la atención centrada en el paciente y la familia, éstas suelen desarrollarse de forma aislada, sin constituir un estándar formal de cuidado. Así, la adopción de un proyecto internacional con lineamientos claros representa la estrategia más sólida para lograr la verdadera humanización de los cuidados intensivos.
La aceptación de semejantes lineamientos ha requerido charlas y talleres dirigidos a todo el personal, materiales informativos, boletines internos y espacios de reflexión colectiva. Apostamos por la capacitación continua, fomentando habilidades en comunicación efectiva, empatía y manejo del clima emocional. Asimismo, la designación de champions o mediadores ha sido clave: ellos actúan como referentes, facilitadores del cambio y promotores de la mejora continua, recopilando además propuestas que enriquecen nuestros procesos. Tales líneas de acción nos ofrecen siempre oportunidades de crecimiento y consolidan el compromiso de nuestra institución con una atención verdaderamente humanizada.
*Toda opinión aquí presente es responsabilidad absoluta del autor
Referencias:
- Gálvez Herrer, M., Gómez García, J. M., Martín Delgado, M. C., & Ferrero Rodríguez, M. (2017). Humanización de la sanidad y salud laboral: Implicaciones, estado de la cuestión y propuesta del Proyecto HU-CI. Medicina y Seguridad del Trabajo, 63(247), 103–119. https://doi.org/10.4321/S0465-546X2017000200003
- Heras La Calle, G., Oviés, Á. A., & Tello, V. G. (2017). A plan for improving the humanisation of intensive care units. Intensive Care Medicine, 43(4), 547–549.
https://doi.org/10.1007/s00134-017-4670-y - Kelly, F. E., Fong, K., Hirsch, N., & Nolan, J. P. (2014). Intensive care medicine is 60 years old: The history and future of the intensive care unit. Clinical Medicine, 14(4), 376–379. https://doi.org/10.7861/clinmedicine.14-4-376
- Rojas, V. (2019). Humanización de los cuidados intensivos. Revista Médica Clínica Las Condes, 30(2), 120–125. https://doi.org/10.1016/j.rmclc.2019.03.002
